Y POR FIN CÁDIZ
Acabo el relato de nuestra gloriosa estancia por el sur con unos días en Cádiz. Hace ya muchos años que pisé Cádiz por primera vez y que decidí que me encantaba. Porque si es verdad que Andalucía me maravilla la cojas por donde la cojas, Cádiz tiene un punto de pureza, un despliegue de blancura y una sobredosis de alegría que la hacen mi provincia preferida sobre todas las demás, con diferencia. Mi Cádiz es un par de nochecitas en el Puerto de Santa María, unas tortitas de camarón en Romerijo y unos huevos a la Micaela y un tartar de atún con aguacate en el nuevo restaurante de referencia La Micaela (unas croquetas de rabo de toro, también). Mi Cadiz es una casita en Conil y unos ratos en sus playas que me recuerdan a algunas de Australia, así lo digo y me quedo tan ancha. Un paseo por la mañana con mi hijo aprovechando la marea baja y otro por el pueblo al atardecer. Mi Cádiz es Vejer, pueblo blanco (más blanco no se puede) y un concierto improvisado que rez