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Y POR FIN CÁDIZ

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Acabo el relato de nuestra gloriosa estancia por el sur con unos días en Cádiz. Hace ya muchos años que pisé Cádiz por primera vez y que decidí que me encantaba. Porque si es verdad que Andalucía me maravilla la cojas por donde la cojas, Cádiz tiene un punto de pureza, un despliegue de blancura y una sobredosis de alegría que la hacen mi provincia preferida sobre todas las demás, con diferencia. Mi Cádiz es un par de nochecitas en el Puerto de Santa María, unas tortitas de camarón en Romerijo y unos huevos a la Micaela y un tartar de atún con aguacate en el nuevo restaurante de referencia La Micaela (unas croquetas de rabo de toro, también).   Mi Cadiz es una casita en Conil y unos ratos en sus playas que me recuerdan a algunas de Australia, así lo digo y me quedo tan ancha. Un paseo por la mañana con mi hijo aprovechando la marea baja y otro por el pueblo al atardecer.   Mi Cádiz es Vejer, pueblo blanco   (más blanco no se puede) y un concierto improvisado que rez

SEGUIMOS EN RUTA: AIRES DEL SUR

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Tenía pendiente continuar el relato de mi viaje por el sur y reconozco que me cuesta viendo en lo que se ha convertido estos días Europa, sintiendo como de diferente puede ser moverse por el mundo cuando no tiene nada que ver con el placer de unas vacaciones. Es espeluznante. No analizaré lo que está pasando porque tal falta de humanidad escapa a mi entendimiento, baste decir que mis mejores recuerdos de la niñez están  vinculados a ese mar que debería servir para que los niños naden y jueguen y sean felices en tardes que saben a cometas, a barquitos de vela, a hermanos, a primos y a sal. Jamás para que se dejen la vida resbalando de las manos de unos padres desesperados por ofrecerles un porvenir mejor. Dicho esto, vuelvo al sur, con la esperanza de que todo mejore, con el deseo utópico de que un día sólo viajemos por el inmenso placer de conocer mundo. Rememorar esos días andaluces me da vida ahora que ya hemos vuelto a la normalidad, a los horarios y a las lluvias. Esta vez emp

PRIMERA PARADA

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No puedo creer que haga tanto tiempo que no escribo. Los días se han ido volando y ya estoy con esa nostalgia que trae consigo el final del verano, este año mucho más acentuada porque finaliza la etapa más dulce de mi vida, esa en la que he sido mamá a tiempo completo. Empieza otra en la que tocará lidiar con horarios, prisas y papillas y contar con la ayuda de las abuelitas.  Ni siquiera se si alguien pasará todavía por este pequeño rincón pero ya siento que necesito asomarme a esta ventanita y compartir los buenos ratos que me han regalado estas vacaciones. Tranquilas, sencillas pero importantísimas, las primeras como familia de tres. Sólo por eso: ¡fantásticas! Hace un mes preparamos nuestra casita con ruedas elegimos lecturas e iniciamos una ruta que tenía que acabar en Cádiz pero que nos deparaba grandes sorpresas por el camino. La primera parada fue en Valencia que está guapa, guapa. La playa de la Malvarrosa debería ser declarada patrimonio inmaterial de

CON UNA SONRISA

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Últimamente me cuesta encontrar un momento para escribir, tener un bebé y estar de baja maternal siendo primavera es un deleite y paro muy poquito por casa. Hoy por fin llueve así que me he preparado un te frutal en una taza bonita y me dispongo a compartir algo que me pasó hace unas semanas. Fue uno de esos días para enmarcar y no quiero dejar de recordarlo. Pasaba por un momento de preocupaciones intensas, la felicidad completa es difícil ¡Qué le vamos a hacer! Así que madrugué y me fui a la estación. Cogí el primer tren con destino Barcelona porque ya se sabe que, en mi caso, barcelonear sin rumbo fijo es una cura para todo mal. Cuando el tren paró, un montón de caras sonrientes se ofrecieron a ayudarme a subir el cochecito del bebé y lo mismo sucedió a la llegada. Empecé mi recorrido por la Iglesia de Sant Jaume, me gusta ir de vez en cuando porque desconecto del ruido y me renuevo. Mi amiga y yo tenemos la costumbre cuando algo nos preocupa de ponerle una vela a San Judas T

CADAQUÉS, LA NOCHE SOÑADA.

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Ya he expresado en otras ocasiones mi amor por Cadaqués, ese rincón del mundo que me sirve año tras año de balneario para el alma. Me cambia el carácter cuando, después de recorrer las 117 curvas por esa carretera de montaña, admiro la blancura y la belleza absoluta de mi pueblo ampurdanés. Ese difícil acceso, que lo ha mantenido aislado prácticamente hasta el siglo XX, ha preservado Cadaqués como la perla que es. Este fin de semana un evento muy especial nos ha llevado hasta allí: Màxim Huerta presentaba su última novela "La Noche soñada", ambientada en la Costa Brava, en un lugar inventado que él ha llamado Calabella (en su imaginación: Cadaqués). Todo sucede en la noche de San Juan de 1980 de la mano de un inquieto protagonista que, en el día más mágico del año, en vez de pedir un deseo hará todo lo posible por cambiar su destino. No puedo evitar sentirme identificada. Las noches de San Juan de los últimos años las he pasado en Cadaqués. Escribimos nuestros deseo

SIN MÁS PRETENSIÓN

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Hay  un escrito circulando por las redes desde hace tiempo que se atribuye a Meryl Streep. No se si pertenece realmente a ella pero me ha gustado mucho leerlo en este momento de mi vida y ha cobrado para mi un sentido muy especial. Se titula YA NO TENGO PACIENCIA y dice: "Ya no tengo paciencia para algunas cosas, no porque me haya vuelto arrogante, sino simplemente porqué llegué a un punto de mi vida en que no me apetece perder más tiempo con aquello que me desagrada o hiere. No tengo paciencia para el cinismo, envidias, críticas en exceso y exigencias de cualquier naturaleza.  Perdí la voluntad de agradar a quién no agrado, de amar a quién no me ama y de sonreír para quién no quiere sonreírme.  Ya no d edico un minuto de mi tiempo a quién miente o quiere manipular a mí misma o a otras personas. Decidí no convivir más con la pretensión, hipocresía, lo superficial, la deshonestidad y elogios baratos. No consigo tolerar la erudición selectiva y la altivez académica. No me

ESCAPADA AL SUR DE FRANCIA

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  Me encanta viajar. Descubriendo mundo, mezclándome con personas diferentes, probando otros sabores, me siento en estado de gracia, feliz. Ahora con un bebé tan pequeño hay que adaptar algunos horarios, mirar mejor donde te metes a dormir y hacer alguna que otra anticipación, pero sin duda se puede. Esta ha sido nuestra primera escapada familiar con un bebé de un mes y una perrita de cuatro meses y ratifico: ¡Se puede! Hemos estado en el sur de Francia en el Languedoc-Rosellón una zona bellísima entre el Delta del Ródano y los picos pirenaicos bañada por el Mediterraneo. Ideal para hacer vida tranquila, dar largos paseos y recorrer carreteras que serpentean entre viñedos, castillos cátaros y las aguas tranquilas del Canal de Midi, milagro de la ingeniería del s.XVII que hizo posible la unión entre Atlántico y  Mediterráneo.   Nos alojamos en un complejo de casitas llamado PORT MINERVOIS muy modestas pero con todo lo necesario y a un precio espectacular situadas en un